martes, 7 de diciembre de 2010

María Sabina y los niños santos

María Sabina (1894 - 22 de noviembre de 1985)

                                                *  Fotografía de Dante Bucio.

<<El padre de mi abuelo, Pedro Feliciano; mi abuelo, Juan Feliciano;  mi padre, Santo Feliciano -todos ellos chamanes-, comían el teonanácatl y tuvieron grandes visiones del mundo en el que todo se sabe. Con excepción de mi padre, no conocí a ninguno de estos hombres. Incluso a mi padre lo conocí por tan breve tiempo que casi no lo recuerdo. Murió cuando yo tenía cuatro años. Pero supe lo que hizo por su padre y por el padre de su padre. El hongo formó parte de mi familia, como un padre, un protector, aun amigo. 
   Mi padre acababa de morir y éramos muy pobres. Solía ir al monte a cuidar el ganado con mi hermana. Teníamos hambre, pero sabíamos de los hongos, que eran nuestros amigos y de los que sólo podían derivar cosas buenas. Así que los buscábamos y los comíamos tal como eran, crudos, recién cogidos. 
   Aún no sabía reconocer los hongos sagrados, como "el derrumbe", "San Isidro", y "pajaritos", entre los que no eran. Los comía sin saber qué eran, sólo porque tenía mucha hambre. Pero un día no sé cuanto tiempo había pasado empecé a tener visiones. Mis manos habían arrancando de la tierra el teonanácatl y el teonanácatl se metió en mi boca y en mi alma. Las cabras pastaban en el monte y yo estaba sentada como ebria entre las hierbas. El alma se me escapó del cuerpo y fui hacia un mundo que no conocía, del cual sólo había oído hablar. Era un mundo parecido a este, llenó de sierras, selvas y ríos. Pero también había otras cosas ahí: casas hermosas, templos y palacios dorados. Y mi hermana, quien me acompañaba, y los hongos que me esperaban ahí, los hongos que eran niños y enanos vestidos de payasos, niños con trompetas, niños que cantaban y bailaban, niños tiernos como la carne de las flores. Los hongos hablaron y yo hablé con ellos. Exclame: ¿Qué vamos a hacer?, somos tan pobres. ¿Cómo vamos a vivir? ¿Qué será de nosotros? Los teonanácatl respondieron con palabras de esperanza y paz; dijeron que nos protegerían, que los visitáramos cuando nos hiciera falta algo y nos lo darían. Cuando regresé de ese viaje, mi hermana también volvió; había visto las mismas cosas y escuchado las misma palabras. De ahí en adelante quise conocer mejor a esos amigos nuevos y saber diferenciar los hongos sagrados de los que no lo eran. Hice que mi abuela me explicara muchas cosas; las conocía porque las aprendió de su marido y a mi padre. Mi abuela me contó todo con mucho gusto, porque comprrendió que yo estaba destinada a ser sacerdotisa del teonanáctl. 

Tenía ocho años de edad cuando un hermano de mi madre se enfermó. Estaba muy enfermo y los chamanes de la sierra, que trataron de curarlo con hierbas, ya no podían hacer hacer nada por él. Entonces recordé lo que me había dicho Teonanácatl que lo fuera a buscar cuando necesitara ayuda. Salí a recoger los hongos sagrados y los llevé a la choza de mi tío. Los comí deltante de mi tío que estaba moribundo. Los teonanácatl me condujeron a su mundo de inmediato y les pregunté que tenía mi tío y que podía yo hacer para salvarlo. Me dijeron que un espíritu malo había penetrado en la sangre de mi tío; para curarlo debíamos darle una hierbas, no las de los curanderos sino otras. Pregunté dónde se encontraban esas hierbas y me llevaron al monte, aun lugar en el que crecían árboles altos y donde fluían las aguas del arroyo' era el mismo lugar que había visto en mi viaje, las misma hierbas. Las arranqué y llevé a casa, donde las herví con agua y se las di a mi tío. A los poco días el hermano de mi madre quedó curado.>>


* Fragmento tomado de "Las voces del chamán, una colección de narraciones visionarias" de Joan Halifax.

Documental:







<<Me dejo llevar, no pongo resistencia y caigo en un pozo profundo interminable, siento una especie de vértigo. Cuando los niños santos trabajan dentro de mi cuerpo les hablo, les pido el favor, que nos bendigan, que nos enseñen el camino, la verdad, la curación, que nos den el poder de rastrear las huellas del mal para acabar con él. Les digo a los hongos: Tu sangre tomaré, tu corazón tomaré, porque mi conciencia es pura, es limpia como la tuya, porque en mí no hay brujería, no hay cólera, no hay  mentira, porque no tengo basura, no tengo polvo.>>




<<Que soy la mujer águila dueña
mujer nadadora dueña, soy,
soy lo que nada en lo sagrado,
mujer águila dueña soy,
mujer gavilán  dueña soy,
mujer tlacuache dueña soy,
mujer tlacuache sagrada soy.
... ¿Cómo fue que brotó su raíz?
¿cómo fue que cayó?
Mujer del fogón,
mujer de piedras de fogón,
mujer gavilán,
mujer cazadora gavilán,
¿cómo fue que brotó?,
¿cómo fue que cayó?>>





<<La enfermedad sale si vomitan los enfermos. Vomitan la enfermedad. Vomitan porque los hongos lo quieren. Si los enfermos no vomitan, yo vomito, vomito por ellos, de esta manera se expulsa el mal. Los hongos tienen poder porque es carne de Dios. Los que creen sanan, los que no creen no sanan.>>



<<Los jóvenes han sido irrespetuosos, ellos toman "los niños" a cualquier hora y en cualquier lugar. No lo hacen durante la noche, ni bajo las indicaciones de los sabios y tampoco los utilizan para curarse alguna enfermedad. Para mi es difícil explicarles que las veladas no se hacen con el simple afán de sentir los efectos de "los niños" porque  pueden volverse locos. Una velada se hace con propósito único de curar las enfermedades que padece nuestra gente. Para mí no es un juego hacer veladas".>>







Créditos:



"Vida de María Sabina, la sabia de los hongos" autor Álvaro Estrada, obra completa:

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(Murió María Sabina, rodeada por sus hijos y los hijos de sus hijos, y por el amor de su pueblo Mazateco. Aunque al final vivía sola, porque sus hijos, los últimos años, estaban dedicados a sus propias familias. Y al fin que eso era lo que ella quería, porque en verdad ni le importaba en el fondo ser tan nombrada por entregar remedio para enfermedades de los siglos que vendrán, sólo le importaba haber sacado adelante a su familia en éste. Que de ella solita brotaron muchas otras familias, que, entre tanto, habían también plantádose. Debió morir en paz resignada. Se dice que partió según es costumbre: le torcieron el pescuezo a un gallo que debía morir junto a su cadáver. Y vino el velorio, donde los familiares colocaron jarritos de agua junto a su cabeza sin vida. Es el agua que debía acompañarla en su viaje al más allá. Dentro de su ataúd pusieron siete semillas de calabaza, quintoniles y fruta en abundancia, todo junto en una bolsa de trapo: para que no la molestara el hambre en su viaje devolviéndose a la distancia. Las mujeres que asistieron al velorio hicieron tezmole con la carne del gallo sacrificado: el tezmole sólo lo comieron el rezandero y las personas que cavaron su fosa en el Cerro de la Adoración. Las otras madres de la Hermandad encendieron velas sagradas en su honor, la vistieron con un huipil limpio y su mejor rebozo. Entre sus manos colocaron una cruz tejida de palma bendita. Y, tal como se esperaba, el canto del gallo se escuchó cuatro días después que fue enterrada. Y todos supieron, entonces, que el espíritu del gallo acompañaría al espíritu de María Sabina, que entonces despertó y se fue para siempre al Ampadad, el lugar de sus mayores, allá donde las flores. - Este texto entre paréntesis es de Waldemar Verdugo Fuentes, publicado en papel en VOGUE entre 1981-1988-)