jueves, 18 de noviembre de 2010

Sueño 18/nov/2010

   Estaba en una costa, caminaba. Quizás era tarde, aunque el cielo gris ponía en duda el momento del día, los rayos del sol muy delineados y fuertes coloreaban la escena e intensificaban los colores de los objetos. La costa era muy grande y las partes de arena convivían con el cemento. Camastros, pequeños negocios, mucha gente. El mar andaba algo picado y su color rozaba el color rojo, aún así bastante gente practicaba deportes acuáticos, y algunos yates y embarcaciones llegaban al muelle. Estaba acompañada, no lo recuerdo bien, o venía de estar con alguien. De pronto un aviso de la muchedumbre me hizo mirar, al centro del horizonte precipitándose hacia nosotros un tornado que iba devorando lo que tocaba, luego otro, en total tres que se unieron en uno inmenso; sin embargo, daba la impresión de que nacerían más. Regresé por el camino por el que acaba de andar, corrí para avisar a mi familia. Pronto se levantaron de su camastros, atravesamos una ciudad, no se si a coche o a pie, pero íbamos rápido. Un hombre arriba de un cerro, veía emocionado a lo lejos lo que estaba detrás de nosotros, me detuve a preguntarle y me dijo que el tornado se estaba acercando. Logramos entrar a una casa, que se suponía era mía. La noche llegaba y estábamos exhaustos, platicaba con mi madre en la cocina, preocupadas exhalábamos súplicas o ruegos para que todo estuviera bien; luego ella salió y yo miré a la puerta que daba a un jardín, que parecía comunicar con un bosque, un hombre moreno estaba fuera, complexión media, estatura media, vestimenta de maya o traje prehispánico con penacho pequeño. Llamaba mi atención y salía, en el instante de poner un pie fuera de la casa, el cielo plagado de estrellas me hacía mirarlo. 
-Aquí sí se pueden mirar las estrellas, están hermosas.- dije al hombre.    
Caminé un poco más y luego una neblina  cubría a los astros. 
- se pierden. - Tallé mis ojos.
- Será  el efecto de las drogas que no te permite ver con claridad. ¿Vamos a meditar o vas a seguir perdiendo el tiempo en cosas sin importancia? 
Lo escuchaba mientras seguía mirando el cielo, me di cuenta que no era neblina, sino que mis ojos eran los que se negaban a ver, algo los empañaba. Aceptaba meditar y el hombre me decía: - Ve por tu hermano, él es un hombre del mundo. Entré a la casa y trataba de reconocer el lugar que era mío. Encontraba a mi hermano mayor y a mis padres, todos estaban cansados y tristes, yo comentaba algo sobre lo que hacían y luego le pedía a mi hermano que me acompañara. Desperté.